La sociedad y las costumbres evolucionan. Aparecen nuevos modelos de familia, nuevos retos económicos y políticos, acontecimientos graves e inesperados que afectan la sociedad, etc. Aun así, los niños y niñas continúan siendo seres sensibles, creativos, curiosos, juguetones, atrevidos, cariñosos… Pero las condiciones de vida que encuentran, las expectativas, las aficiones y los miedos que viven los padres los marca y a menudo apaga todo este potencial.
A efectos de estudio social y demográfico hablamos de generaciones cuando nos referimos al conjunto de niños y niñas que nacen en una época determinada (aproximadamente periodos de quince años) y que presentan características similares. Cada generación presenta unos rasgos psicológicos generales debidos a los acontecimientos sociales, tecnológicos y económicos que vive la sociedad en aquel momento.
No es posible entender una generación, sin comprender qué retos han tenido que afrontar las generaciones anteriores. Sin entrar en excesivos detalles, veamos resumidamente algunos hechos que han caracterizado las últimas generaciones:
- Baby Boomers (1950-1965): Gran aumento demográfico, la contracultura de los años 60, movimientos antisistema (hippy, por ejemplo), feministas y de libertad de expresión…
- Generación X (1965-1980): Incorporación progresiva de la mujer al mercado laboral, aumento de la tasa de divorcios, instauración de la democracia a nuestro país, permisividad parental, inicio de la informática doméstica…
- Milenials (1980-1995): Implantación de Internet, globalización, empieza la sociedad de la información, generación Peter Pan (perezosa y consentida), obsesión por la estética personal…
- Generación Z (1995-2010): Atentado 11-S y 11-M, crisis económica, defensa del derecho a la igualdad de género y del colectivo LGBTI, implantación del móvil, comunicación basada en las redes, selfis, poca tolerancia a la frustración, vulnerabilidad, generación Homeland (en casa se encuentran seguros), sexualidad precoz…
- Generación Alfa (2010…): Adictos al mundo digital, viven a través de las pantallas, COVID-19, aprensión al contacto, socialización precaria, déficit en atención y concentración, ansiedad y frustración…
Si observamos los cambios sociales vividos en los últimos treinta años, encontramos un aumento notorio de la inseguridad y la ansiedad en la población infantil y juvenil, un retroceso en el contacto social de proximidad y en el lenguaje, un creciente “postureo” superficial y una invasión exhaustiva de la tecnología en el ámbito privado.
La digitalización facilita la vida en muchos aspectos, pero también implica nerviosismo, necesidad de resultados inmediatos y un déficit de las habilidades relacionales afectivas. ¿Qué podemos hacer los padres y educadores ante estas tendencias? Hace falta una reflexión rigurosa, porque el progreso debe tener en cuenta la comodidad y la inmediatez, pero también las necesidades humanas más básicas, y que nos proteja del tecnoestrés. En el próximo artículo os aportaré algunas propuestas.
