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Generación alfa: Nuevos retos educativos (II)

GENERACIÓN ALFA: NUEVOS RETOS EDUCATIVOS (II)

La Generación Alfa comprende a los niños y niñas nacidos aproximadamente a partir del año 2010. Más allá de que, como todos, estos niños son seres sensibles, creativos, curiosos, juguetones, necesitados de afecto…, muchos presentan también otros rasgos que los caracterizan: suelen ser adictos al mundo digital, a vivir a través de las pantallas, presentan dificultades de socialización, déficit de atención y concentración, ansiedad, frustración…

En las tres últimas décadas, la digitalización y la tecnificación de la vida han venido acompañadas de inseguridad y de ansiedad generalizadas, baja resistencia a la frustración y un déficit de las cualidades relacionales afectivas. Podríamos decir que en el ambiente existe un “exceso de electricidad” (ansiedad mental) y una “escasez de agua” (fluidez emocional). La mala gestión del tiempo que hacemos los adultos y la presión de las crisis mundiales han afectado de forma muy negativa a los jóvenes.

Hoy estamos a las puertas del Metaverso, si bien la mayoría todavía no comprendemos todavía las consecuencias que esto comportará. En un mundo hiperconectado, la soledad y la incomprensión interpersonal puede acabar invadiendo nuestra alma sin darnos cuenta. Por eso los padres debemos estar muy atentos a las necesidades más básicas de nuestros hijos, aunque no las expresen verbalmente. Porque el ser humano es un ser social, necesita establecer vínculos y sentirse emocionalmente conectado con los demás. ¿Qué podemos hacer entonces los adultos?

En primer lugar, protegerlos de nuestras propias frustraciones e inseguridades. Si, como adultos, no sabemos gestionar la ira y el miedo, ellos seguirán, por lealtad, nuestro ejemplo.

Cuida con sensibilidad y compromiso la relación con el otro progenitor. Es necesario dar ejemplo de afectividad, ternura, empatía y buena comunicación. En esto se basa el vínculo. Para que esto ocurra evidentemente es necesario que dispongamos de un tiempo de calidad para estar con las personas que amamos. Por ejemplo, jugar es el mejor escenario para generar alegría y complicidad. ¿Juegas suficiente con tus hijos? ¿Los escuchas y ríes con ellos lo suficiente?

Por otra parte, el contacto constituye una fuente de vínculo importante. Aquí me refiero a contacto físico (besos, caricias y abrazos), emocional (reconocimiento de las emociones), social (amistad) y también muy especialmente el contacto con la naturaleza (que despierta la sensibilidad a la belleza y al mundo que no es tecnológico).

Por último, no olvidemos la responsabilidad y la cooperación. Esto nos hace tener en cuenta a los demás y sentirnos integrantes de la familia, como grupo de referencia, que nos ofrece cariño y protección.

Si cuidamos todo esto, la familia ofrecerá a los hijos un entorno de convivencia y experimentación saludable, compartido y protegido, que con toda seguridad ellos necesitan sentir.

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