Una pregunta que muchos filósofos han intentado responder es: ¿Existe una única realidad? La física cuántica, incluso, la responde cuando dice que la realidad que observamos está influida por nuestra propia forma de observar.
Probablemente, no hay una única realidad, pero sí muchas formas de explicarla. De hecho, esta diferente forma de explicar las cosas es a menudo fuente de conflicto con los demás. La mente es muy obtusa y, como un paracaídas, sólo funciona cuando se abre. Nuestra necesidad de tener razón estropea muchas veces una relación.
Pero hay verdades subjetivas (las que creo) y verdades maliciosas (que no se las cree ni quien las expresa). Hoy en día, una de las preocupaciones que genera la inteligencia artificial es la capacidad de crear relatos malévolamente falsos.
Muchos profesores me comentan que hoy en día ya no pueden poner trabajos teóricos a los alumnos porque éstos recurren a la inteligencia artificial para realizarlos. Se necesitan otros métodos de evaluación. Por otra parte, las redes sociales están infectadas de noticias engañosas y de anuncios manipulados informáticamente en los que personas prestigiosas o populares hacen publicidad de productos que no conocen o expresan opiniones que no son suyas. Cada vez será más difícil distinguir la verdad. Éste es un coste que parece que deberemos pagar en esta era cada vez más digitalizada. Nuestros hijos, por supuesto, viven y crecen en este mundo tan incierto. Seguro que los padres tenemos un trabajo que hacer para que no se conviertan en víctimas de todas estas trampas.
En primer lugar, parece responsable facilitar el acceso a los jóvenes a todo este mundo digital, no de forma incontrolada o automática, sino en la medida en que maduran y adquieren más capacidad de discernimiento y responsabilidad.
En segundo lugar, hay que fomentar en ellos el pensamiento crítico, la capacidad de preguntarse si lo que ven o escuchan es verdadero, bueno y útil (las tres cribas de Sócrates).
Dado que el lenguaje es el vehículo que utilizan nuestras ideas para recorrer el mundo, cuanto más rico es el lenguaje de una persona, mayor capacidad tiene para analizar el contenido de cualquier discurso. Pero, por desgracia, también muchos docentes y educadores me hablan del retroceso que están sufriendo las nuevas generaciones en el área del lenguaje.
El lenguaje se estimula a través de la comunicación, que, como sabemos, es la capacidad de entender al otro y de hacernos entender. Por eso necesitamos tiempo, que parece que a muchos padres les falta. Escucha, explica, no sólo desde la cabeza, sino fundamentalmente con la piel y el corazón. ¡Somos mamíferos! Permite que tus hijos expresen opiniones distintas a la tuya y busca el consenso, siempre que sea posible
