Psicología sistémica y Coaching

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La libreta de acuerdos

El tipo de comunicación define la calidad de la relación. La comunicación nos permite contrastar nuestras ideas, sentimientos, opiniones con las de los otros, que no siempre coinciden con las propias.

Las buenas semillas, tarde o temprano germinan y dan frutos. Hay que enseñar a los hijos a comunicar, a aceptar los puntos de vista diferentes de los suyos y a negociar. Todo el que hayamos trabajado en la niñez de los hijos, facilitará el entendimiento y la convivencia cuando lleguen a la adolescencia. Hay que escucharlos y enseñarlos a escuchar, por este orden. Esta es una habilidad valiosísima que les servirá para toda la vida.

Los niños buscan, sobre todo, la satisfacción rápida, el bienestar y el placer. Muchas veces las actitudes infantiles entran en colisión con el mundo de los adultos. Estas controversias pueden convertirse en conflictos si no aprendemos a negociar con ellos.

Para conseguir que estos choques sean fuente de aprendizaje y no de conflicto, a muchos padres recomiendo abrir la LIBRETA DE ACUERDOS, que tiene exclusivamente la finalidad de recoger los acuerdos que toma la familia para hacer posible una convivencia feliz.

¿Cómo la usaremos? Siempre que haya un tema que genere controversia de una manera repetida en la familia, llegaremos a un acuerdo con los hijos (o con la pareja) y lo recogeremos por escrito y firmado con la fecha por todos los implicados. Hay que centrarse en conductas concretas, comportamientos expresados y visibles, no en actitudes generales. A la vez se pactan las consecuencias en caso de incumplimiento, que han tener relación directa con el acuerdo incumplido. Por ejemplo, la retirada del móvil a un adolescente tendría que ser consecuencia solo de un mal uso del aparato.

Hay que escuchar a los hijos y poner encima la mesa las necesidades de todas las partes relacionadas con el tema que genera controversia. Se pueden representar con papeles u objetos. Entonces, a partir del principio “todos ganamos”, se busca la manera de que todas las necesidades queden cubiertas y se pacta la consecuencia en caso de incumplimiento.

Si los padres tienen que recordar algún pacto al hijo, lo harán con un comentario concreto, expresado con un tono cordial. Si aun así no se cumple, al cabo de rato se repite el mensaje, pero con un tono todavía más pausado y buscando la mirada del hijo o hija. Después, ya no hay un tercer recordatorio, sino que se aplica la consecuencia pactada, sin excepciones (aquí los padres tienen que ser consecuentes y congruentes con los pactos).

Si instauráis una cultura de diálogo y negociación a la familia, todos saldréis ganando y os ahorraréis un montón de conflictos.

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