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Un hijo, nuevos retos

La llegada de un hijo conlleva para muchos padres (con P) una sensación de exclusión, incluso de abandono, consecuencia de adoptar una actitud demasiado infantil. Esto, añadido al miedo a no poder o no saber participar en la educación de sus hijos, a no tener un lugar bien claro y reconocido en el sistema familiar, reestructurado tras el embarazo y el nacimiento de un hijo, puede generar una sensación de desafección respecto a este, a la vez que un cierto distanciamiento respecto a la pareja. El hombre puede llegar a sentir que la complicidad que existía con ella se ha debilitado.

Pero tales sentimientos no son inevitables, sino todo lo contrario. Cuando hay implicación, el sentimiento de exclusión no tiene lugar. Esto significa adoptar una posición de adulto, ubicándose frente al hijo, con respecto al otro progenitor, en un plano de igualdad moral y de implicación equiparable.

Puede que como padre pienses que la naturaleza no te ayuda a establecer vínculos fuertes con tus hijos. Quizá creas que las hormonas ayudan más a la mujer que al hombre; pero eso es solamente una creencia. Hay investigaciones que demuestran que también las hormonas ayudan al género masculino.

Tal vez hayas oído hablar de la oxitocina. Se la conoce como la hormona del amor, y juega un papel muy importante en el establecimiento de los vínculos emocionales. Ejerce una influencia directa en las relaciones amorosas (de todo tipo), las conductas prosociales, especialmente parentales, y las sexuales. Las mujeres liberan grandes cantidades de oxitocina durante el embarazo, el parto y la lactancia. En esta etapa, esta “inundación” hormonal las predispone a ser cuidadoras de sus hijos. En los seres humanos, se ha detectado una concentración superior de oxitocina en el plasma sanguíneo en aquellas personas que dicen estar enamorándose. mientras que personas diagnosticadas de trastornos del espectro autista (con dificultad de relacionarse, por consiguiente) presentan un nivel menor en sangre).

Pues bien, investigaciones recientes realizadas en Israel han demostrado que los hombres que cuidan de sus hijos sufren el mismo incremento en sangre de oxitocina que las mujeres. También su cerebro mamífero —la amígdala— se activa en igual medida. Esto demuestra el efecto de retroalimentación que supone el cuidado y atención de los hijos: A mayor dedicación, mayor motivación interna a continuar haciéndolo.

Entonces, ¿cómo está tu nivel de oxitocina en sangre? Ser padre no es una excusa. Tú puedes generar un vínculo tan fuerte con tu hijo como lo hace la madre. Simplemente tienes que estar ahí, con una completa predisposición a implicarte en la crianza y la educación de tu hijo o hija.

Extracto del Capítulo 4 del libro “¡ESCÚCHAME, PAPÁ!”, de próxima publicación.

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