Psicología sistémica y Coaching

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Tiempo para mí, tiempo para ti

Uno de los retos más importantes que comporta la “posmodernidad” es la gestión del tiempo. Siempre se ha dicho que el tiempo es oro. Quizás por eso Suiza, que ha sido la caja fuerte de Europa durante décadas, inventó el primer reloj portátil hace siglos. De media, pasamos unos veinte años de la vida durmiendo. Otros veinte, trabajando… De hecho, no tenemos tanto como parece. Pero lo derrochamos a menudo, a pesar de saber que es un recurso limitado, que el que gastas no volverá nunca. ¿Somos esclavos del tiempo? Ciertamente, el tiempo es un recurso que hay que saber administrar para tener éxito en la vida.

Regalar tiempo a alguien es demostrarle que lo amas o, cuando menos, que te importa. Desgraciadamente, en la consulta me encuentro muchas demandas de clientes que manifiestan “mi pareja no tiene tiempo para mí, o para la familia…”

Si amas a una persona, le tienes que ofrecer tiempo y de calidad. Del mismo modo que no dedicar tiempo suficiente al cuidado y a los intereses personales llevan a un declive físico y psicológico de la persona, no dedicar tiempo a la pareja acaba generando distanciamiento en la relación. Porque una relación de pareja no es un jardín de plástico que no haya que ser cuidado escrupulosamente. Todo el contrario. El compromiso con la pareja no se demuestra regalando o llevando un anillo de oro y brillantes, sino que se demuestra con actos diarios de atención, apoyo y compartición.

Las parejas que no dedican el tiempo necesario para mirarse los ojos, para escucharse y hablar, para compartir experiencias enriquecedoras y alentadoras, acaban sucumbiendo a los preceptos de la “posmodernidad”: el trabajo, las obligaciones… y las distracciones. Sí, también de las distracciones, porque hoy en día el móvil se ha vuelto un absorbe-tiempo muy importante. TikTok, Instagram, Facebook consumen mucho tiempo. ¿Cuántas veces no habremos visto una pareja, sentada a la mesa de un restaurante, mirando la pantalla de los móviles en lugar de mirarse en los ojos? ¿Cuántas veces no vemos una reunión de jóvenes en la que cada cual está más pendiente de las redes sociales que de sus compañeros? Hoy en día, quizás el mejor medidor de la distancia emocional interpersonal es el tiempo que nos dedicamos mutuamente. El vínculo personal no se mide en centímetros, sino en minutos y horas.

La distanciación debilita la relación y lo acaba deteriorando, porque propicia la insatisfacción y, a menudo la frustración. Hace falta, por lo tanto, prestar atención al tiempo que dedicamos a la pareja y, en general, a la familia. Porque también la relación padres-hijos es, entre otras cosas, una cuestión de tiempo.

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