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Sin raíces no hay alas

Hay quien dice que un niño llega a la vida como si fuera una especie de pizarra en blanco; sin embargo, tu hijo ha venido al mundo —o vendrá—, con varias herencias: una herencia genética, la de sus padres, y una herencia transgeneracional que recoge los programas, traumas, riquezas y creencias de todos sus ancestros. En el libro que un niño trae bajo el brazo al nacer, aunque queden muchas páginas por escribir, ya muchos escribieron antes que sus padres.

Algo que debemos tener en cuenta necesariamente, y que a menudo se ignora, es que la vida prenatal influye en gran medida en el desarrollo del niño y en su camino hacia la adultez, incluso en la propensión a adquirir enfermedades futuras. Numerosas investigaciones lo demuestran. El bienestar materno afecta al desarrollo del niño desde su misma concepción, por lo que es conveniente crear durante el embarazo un buen “ambiente fetal”. Factores que ejercen una buena influencia en el feto son la meditación y la música, así como una alimentación sana y el descanso adecuado.

Para que tu hijo crezca es necesario que el pasado lo impulse y no lo retenga. Sólo si mira hacia adelante y su atención no está atrapada en el pasado —por ejemplo, en los conflictos no resueltos de sus papás—, este joven retoño crecerá e irá más allá de donde sus padres y antepasados llegaron. Y esto será así si le das permiso para crecer.

¿Qué significa, por tanto, crecer? Desde mi punto de vista significa adquirir los recursos que hacen a un ser humano autónomo y le ayudan a separarse poco a poco del nido familiar que le ha protegido cuando lo necesitaba. Mientras los padres muestran a sus hijos las artes del vuelo armonioso y seguro, las alas de los retoños se fortalecen. Volar, cuando las alas son vigorosas y han alcanzado la talla necesaria, no es ningún problema, pues la naturaleza nos ha dotado de las capacidades necesarias para hacerlo. En cualquier caso, la fuerza para ir hacia adelante siempre nos viene de la vida que nos han dado los que nos precedieron.

Pues no olvidemos que SIN RAÍCES NO HAY ALAS. Tener raíces fuertes y nutritivas significa honrar a nuestros ancestros: respetarlos, no juzgarlos, y recoger de ellos las fuerzas y los recursos para ir hacia la vida, sin querer resolver los asuntos de los mayores. Así, la vida se expande y crece con FUERZA.

Extracto del primer Capítulo del libro “ESCÚCHAME, PAPÁ”, de próxima publicación.

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