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Salir de viaje, mirando por la ventana

Salir de viaje, mirando por la ventana

¡Ya es bien curioso! Había decidido comenzar el viaje de este blog en estos días y he aquí que me encuentro (nos encontramos) confinado en casa; sólo podemos salir a comprar, pasear al perro (no con los niños) o para hacer trabajos que el Gobierno ha declarado como esenciales. La causa es el (maldito por muchos) coronavirus.

La mayoría se habrá preguntado qué sentido tiene todo esto: una pandemia, medidas drásticas de aislamiento, paralización de la actividad económica, convivencia permanente forzosa por los que viven acompañados, los niños encerrados en casa, la gente mayor muriendo … Y la respuesta a esta pregunta es múltiple: que si conjura farmacéutica, que si intereses económicos ocultos, que si el planeta ha decretado un «PARAD, QUE ME LIMPIO»… En cualquier caso, es cierto que encontrar el sentido de lo que ocurre tranquiliza, ¡a menos que el descubrimiento augure un futuro aún peor, claro! Pero qué pasa si no obtenemos una respuesta clara, si no acabamos de encontrar el sentido a lo que ocurre.

La incertidumbre suele provocar angustia, con mayor o menor medida, debido al miedo que la acompaña. También se contagia, como los virus. Y estos días los medios de comunicación están ayudando –seguro que involuntariamente–  a que esto ocurra. Aunque la gente intenta mantenerse lo más tranquila posible, cuando sales a la calle a comprar, por ejemplo, sientes la presencia inefable del miedo en el metro de distancia que debemos mantener entre persona y persona o en la dificultad de mirarnos a los ojos por temor a si aquél o aquélla serán portadores del virus. Además, las redes van llenas de noticias que son de todo menos tranquilizadoras.

Otra cosa curiosa es que el miedo afecta negativamente al sistema inmunitario, por lo que los miedosos acaban siendo más vulnerables a sufrir la enfermedad que temen (que no el contagio, pues éste nos afecta a todos por igual). Por lo tanto, parece evidente que una buena vacuna (no sé si la mejor) es la que proviene de la CONFIANZA.

Tanto el miedo como la confianza son sentimientos que generan sus pensamientos en consonancia, pero de carácter diferente. El primero, de tipo catastrofista y de resistencia; la segunda, de tipo esperanzador y alentador. Los pensamientos, además, animan las emociones y los sentimientos, los cuales serán de un «color» u otro en función de los pensamientos que los generan. Precisamente son las emociones negativas que de forma exponencial genera el miedo las que acaban dañando el sistema inmunitario y favoreciendo la enfermedad.

¿Qué tal, pues, si cuidamos nuestra actividad mental, nuestros pensamientos? Cuando confiamos en que lo que pasa tiene un sentido, aunque no lo comprendamos del todo, y que la vida nos trae lo que necesitamos para aprender y crecer, entonces miramos por la ventana y vemos las nubes cruzar el cielo, la vida como despunta en cada árbol y la calidez del amor que sentimos por los que están cerca y por los que, desgraciadamente, se encuentran más lejos.

Confiar es un seguro de vida. No asegura qué ocurrirá, pero sí que nos prepara para afrontar lo que pase con el espíritu tranquilo, con todos nuestros recursos disponibles para aprovechar las oportunidades que toda crisis conlleva.

Con todo ello, aunque estos días no nos han prohibido mirar por la ventana, recuerda lo que dice el Tao Te King: «Sin mirar por la ventana se pueden conocer los Caminos del Cielo».

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