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Rituales de paso para adolescentes

Hace unos años hice un viaje por Kenia y Tanzania. Una de las muchas cosas que me sorprendieron de aquellos países africanos fue ver grupos de jóvenes adolescentes de las etnias masais caminando sólo por caminos pedregosos sin un rumbo aparentemente definido, vestidos con el típico atuendo que los distingue: capas marrones y rojas y sandalias, muchas de ellas hechas con gomas de neumático reciclado. Me explicaron que aquellos grupitos de chicos estaban pasando el ritual de paso de la niñez a la adolescencia, para convertirse en guerreros masais, los moran. De esta manera comienzan a asumir ciertas responsabilidades hacia su pueblo, aprenden a ocupar un lugar dentro de la estructura social de la tribu, a la vez que adquieren una lealtad de por vida hacia sus congéneres iniciados.

Más allá de las cuestiones éticas de estas prácticas (algunos de ellos cuestionables a ojos de la moral occidental definida por la Declaración Universal de los Derechos Humanos), es cierto que sostienen una determinada estructura que da una seguridad y un sentido vital a los miembros de aquellos pueblos en la medida que fomentan unos determinados valores.

En Occidente estas costumbres prácticamente se han perdido. No hay ritos de paso. Desgraciadamente, tal vez lo que más podría parecerse al paso a las costumbres de los adultos sería la entrega del teléfono móvil. Estos nuevos costumbres tienen sus pros y sus contras. Hoy en día veo muchos jóvenes adolescentes perdidos, con escasa motivación, y sin poderse imaginar un lugar ilusionante en esta sociedad de maquillaje y consumo exacerbados. Y me pregunto si, pese a lo que yo considero un paso evolutivo el hecho de poder trascender ciertas costumbres atávicas, no habremos perdido algo por el camino.

Cuanto más implicados estén los jóvenes socialmente (entendiendo como social la dimensión de pueblo y cultura, pero sobre todo la familiar), más sólida será la estructura psíquica que les hará sentir que la vida tienen un lugar valioso que los está esperando. Pero los padres, a menudo, transmitimos a los hijos desidia o pasotismo por las causas sociales.

Creo que el primer ámbito donde los hijos -especialmente en la adolescencia- pueden encontrar un lugar útil es la familia. En la medida en que, poco a poco, se les implica en las responsabilidades y en la toma de decisiones que afectan a la familia, y aprenden a negociar y en opinar al respecto, van haciendo el paso al mundo de los adultos. Y así, un día, sin darse cuenta, habrán hecho el tránsito, sin violencias ni más dolor que el de aprender que a veces hay que ceder un poco por el bien común.

 

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