Psicología sistémica y Coaching

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«Porque creo en mí mismo»

Pienso… ¿hoy de qué hablaré? Por suerte me gusta el tenis y hace unos pocos días un joven murciano de 20 años hizo historia en el mundo del deporte. Carlitos, le dice mucha gente, Carlos Alcaraz ganó el torneo más famoso del tenis, Wimbledon, venciendo a la bestia de los últimos tiempos, Novak Djokovic. Carlitos en su parlamento tras recibir el premio decía: «Es mi sueño, por lo que trabajo y lucho, por lo que creo en mí mismo». Durante el partido, el joven jugador tuvo que remontar muchos momentos adversos. Su fuerza mental le permitió superar los obstáculos y alcanzar su objetivo, su sueño: ganar el partido. Esto se llama resiliencia, que implica tolerancia a la frustración.

La resiliencia es una habilidad emocional con la que nacemos, pero también se educa. Por eso un niño, cuando aprende a andar, se levanta y lo intenta de nuevo. Pero para que esto ocurra es necesario un entorno de confianza. Las palabras de ánimos y reconocimiento de los padres ayudan al niño a no perder la confianza en sí mismo y en sus posibilidades.

Por desgracia, la mayor parte de las veces los miedos de los padres hacen que el hijo pierda la confianza innata en la vida y en su potencial y entonces todo lo que podría llegar a ser se convierte en un camino lleno de obstáculos insuperables y de lamentaciones. Cuando el celo es excesivo los pares a menudo caemos en actitudes sobreprotectores que cortan las alas de la creatividad a los hijos, que se convierten en niños con baja tolerancia a la frustración.

Hay dos tipos básicos de sobreprotección: el que lo da todo hecho para que el hijo no tenga que esforzarse y el que constantemente le pone límites para evitar que haga algo mal hecho o se haga daño. A veces observo padres que constantemente están llamando la atención al hijo: «¡no hagas esto!», «¡no vayas allá!». A veces los padres alternan incansablemente entre ellos el rol controlador/protector, como si fueran los guardianes de un tesoro intocable. Y después se quejan porque quieren tener un hijo más valiente o resiliente.

Me pregunto si nuestro Carlitos tuvo tal infancia o, en cambio, fue ganando confianza en sí mismo en la medida en que superaba retos y la seguridad en sus propias capacidades crecía…

A veces los pares nos quejamos porque tenemos hijos muy miedosos, inseguros o con una baja autoestima. «¡Tú vales, tú puedes, ánimo, inténtalo!»El fracaso no es no conseguirlo, es haberlo dejado de intentar. Los retos nos hacen crecer.

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