Los vínculos de sangre son los más fuertes que existen. Todos pertenecemos a la familia donde hemos nacido y no podemos renunciar a ella, ni que queramos, porque es un vínculo genético que no podemos cambiar. Lo que sí que podemos hacer es excluirnos y distanciarnos, aunque esto conlleva también sus consecuencias.
Con la familia y muy especialmente con los padres y los antepasados tenemos un vínculo muy estrecho que los especialistas denominan lealtad. Esta lealtad es algo inconsciente y tiene relación con la supervivencia y la conservación de la especie, por el hecho que hay una deuda inconsciente, instintiva, con aquellos que nos han dado la vida y nos han criado. Porque, indefectiblemente, también el ser humano es un animal mamífero y gracias a los instintos podemos sobrevivir.
Muchos estudios científicos avalan la teoría de la lealtad familiar; desde los estudios de Konrad Lorenz sobre la impronta, hasta los más modernos de las neuronas espejo. La cuestión es que estas lealtades nos “obligan” repetir de manera automática las conductas de nuestros padres y ancestros, que devienen así un patrón familiar. La mayor parte de las veces no somos suficientes conscientes de esta repetición, pero me encuentro muy a menudo en talleres y terapias que los padres acaban reconociendo que continúan repitiendo los modus operandi de generaciones anteriores, incluso cuando se habían dicho a sí mismos de jóvenes que de ninguna forma los repetirían. La razón es que, como he dicho, los vínculos sanguíneos son los más fuertes que existen.
Repetir ciegamente estos patrones implica continuar propagando conductas que pueden no ser las mejores en la actualidad, para nosotros mismos ni para nuestros hijos. Podemos honrar nuestros ancestros y aceptar que no pudieron o no supieron hacer las cosas de otro modo, pero nosotros, como seres humanos, podemos poner luz a este legado familiar y decidir qué y cómo vivir.
Si queréis comprobar de qué manera estos patrones os continúan condicionando, un ejercicio que propongo es hacer un listado de las competencias y las deficiencias conductuales de padre y madre, y después comprobar cuántos ítems de esta lista también os caracterizan a vosotros. Normalmente el resultado es sorprendente.
Hay que poner conciencia en todo esto porque, en la medida que ponemos la voluntad y conciencia, podemos crear nuevos patrones, más funcionales, que los recibidos en herencia. La dificultad es que, estas lealtades son tan inconscientes, que a menudo necesitamos la intervención de un profesional para reconocerlas y superar las resistencias a no seguirlas. Pero, de hecho, este es un ejercicio de responsabilidad hacia las nuevas generaciones que nos siguen. No puede existir libertad sin responsabilidad.