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Pareja y equilibrio

Cuando nos encontramos satisfechos no quisiéramos que nada cambiara, que nada nos privara de ese estado de paz y satisfacción; pero la vida es un cambio constante. Ya lo decía el filósofo griego Heráclito: «La guerra es el padre de todas las cosas», entendiendo por guerra el constante conflicto (polemos) entre los contrarios.

Es evidente que en una relación de pareja la polémica y el conflicto surge de vez en cuando (en algunos casos, a menudo), porque cada miembro de la pareja no tiene por qué coincidir en todo ni compartir exactamente los mismos intereses. El conflicto, como decía Heráclito, está presente en todo lo cotidiano y, por tanto, normal que también visite a la pareja. La alarma sólo debería dispararse si los conflictos se enquistan, si generan rencores y heridas irresolubles, y si aparecen con una frecuencia que no nos permite recuperarnos emocionalmente. Pero en sí mismo, el conflicto -entendiéndolo como crisis- es una oportunidad para conocernos mejor, para crecer en la medida en que vamos descubriendo al otro y nos hacemos cada vez más hábiles en empatía y asertividad. De hecho, los desequilibrios son los retos que nos permiten avanzar en la vida, madurar y adquirir un mayor nivel de conciencia y sabiduría.

Crecer con la pareja es como andar. Al caminar y alargar una pierna se genera una situación de desequilibrio momentáneo que se resuelve cuando la otra pierna avanza a la primera; acción que vuelve a crear un nuevo desequilibrio que será resuelto con el siguiente paso. Y así progresivamente. Esta constante situación de desequilibrio y equilibrio es lo que nos permite avanzar en la vida. Pero andar exige una sincronía entre las dos piernas -y, de hecho, el resto del cuerpo-.

Quizá deberíamos entender que un conflicto con la pareja es una oportunidad de avanzar juntos hacia un propósito común, que es la felicidad compartida. Un conflicto reclama resolución, es decir, encontrar una situación posterior de equilibrio. Para que sea posible encontrar una solución satisfactoria para ambos son necesarias tres cosas fundamentales.

  1. Comunicación: Yo tengo intereses personales y te los haré saber para que no tengas que suponerlos -para evitar que te confundas-, pero también quiero que me expliques cuáles son los tuyos para tenerlos en cuenta.
  2. Confianza: Sé que este camino lo haremos juntos y que puedo contar contigo, para que nos amemos y cuidemos.
  3. Compromiso: Yo cuento contigo, pero te demostraré que tú también puedes contar conmigo y haré lo posible por encontrar una solución en la que todos ganamos.

Que podamos decir: aprovecho cada oportunidad para conocerte un poco mejor y demostrarte que verdaderamente me importas.

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