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Nuestros ancestros y el árbol genealógico

Si la vida dependiera de nuestras decisiones racionales, haría tiempo que los seres humanos habríamos desaparecido de la faz de la tierra. La vida, por suerte, depende de mecanismos que no podemos controlar y que hacen posible que las especies procreen y se desarrollen. Nuestra vida, de hecho, está regida en su mayor parte por procesos inconscientes e irracionales. Somos mucho menos libres de lo que pensamos. Cada vez existen más estudios científicos que demuestran que el inconsciente nos condiciona y dirige nuestro pensamiento racional y la toma de decisiones. Una premisa inexorable del inconsciente es que impulsa siempre a la repetición. De hecho, nuestra vida está profundamente marcada por las repeticiones transgeneracionales inconscientes.

Cuando una persona quiere cambiar alguna conducta o hacer las cosas de manera diferente a como las ha hecho hasta entonces, pero hay un impulso interno que se lo impide, como si no tuviera permiso o una fuerza superior a su voluntad lo impulsara en sentido contrario, lo más probable es que se encuentre ante un condicionante transgeneracional que actúa a modo de MANDATO que no puede desobedecer, a no ser que esté dispuesta a soportar una pesada carga de CULPABILIDAD.

Todos hemos nacido en el seno de una familia. Pertenecer a ella implica formar parte de un sistema de individuos conectados por lazos invisibles e intemporales. Da igual que no hayamos conocido a todos nuestros ancestros. De alguna forma, aunque no igual para todos, somos receptáculos de sus experiencias y, sobre todo, de las deudas morales y de los asuntos que dejaron inconclusos en sus vidas.

Nuestra personalidad y la de cualquiera se sustenta sobre tres pilares:

  • Las experiencias vividas, muy especialmente en la niñez y la primera juventud.
  • Las expectativas de nuestros padres y lo que proyectaron en nosotros durante el tiempo en que todavía no teníamos dominio del lenguaje (incluyendo la concepción y la gestación).
  • Los legados inconscientes familiares que provienen de nuestros ancestros.

Lo que viene de más lejos es más inconsciente y, al ser menos controlable y detectable, nos condiciona aún con mayor fuerza que lo que conocemos. Si queremos ser libres, necesitamos descubrir lo que nos condiciona y, por consiguiente, restringe nuestro libre albedrío.

El estudio del árbol genealógico nos ofrece la posibilidad de conocernos mejor y de entender por qué a veces nos sentimos predestinados al infortunio (no tener éxito económico, no saber encontrar nuestro sitio en la familia o en la sociedad, repetir relaciones de pareja tóxicas, etc.), al tiempo que nos ayuda a conectar con los recursos que también nos han sido legados.

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