Un narcisista es una persona que compulsivamente se considera superior a los otros o que necesita constante admiración. Todos tenemos un punto de narcisismo, porque necesitamos cierto reconocimiento, pero el narcisista lleva esta necesidad a todos los ámbitos de su vida de una manera continuada y exageradamente llamativa.
Hay diferentes maneras de clasificar el narcisismo, pero una manera sencilla de hacerlo sería distinguir entre los grandilocuentes y los vulnerables. Los primeros se creen superior a los otros, los segundos desarrollan un mecanismo de defensa para no parecer inferiores. En todos los casos, tres son las características principales de los narcisistas:
- Búsqueda constante de reconocimiento.
- Falta de empatía y consideración hacia los otros.
- Manipulación emocional o desprecio, que puede llegar a la crueldad.
Estamos programados biológicamente para no cuestionar la educación que recibimos de nuestros padres y normalizarla. Cuando una actitud o un rasgo psicológico lo normalizamos, tendemos a repetirlo o a buscarlo en los otros. Por eso, hay que buscar los orígenes de la personalidad narcisista en la niñez.
El vínculo que generamos en nuestros hijos, durante su niñez, condiciona y a menudo determina el carácter que expresarán cuando lleguen a la edad adulta. Dos son los factores fundamentales que caracteriza un vínculo saludable: la seguridad y la autonomía. Si un hijo se muestra inseguro o dependiente, tendríamos que revisar cómo lo criamos y educamos para ayudarlo a construir una personalidad emocionalmente sana. Por otro lado, la frustración ante la espera, la dependencia del aplauso, o el acoso y el liderazgo negativo son señales que nos obligan a revisar nuestro modelo de crianza.
Cuando exploramos la niñez de un adulto narcisista, a menudo encontramos que ha sido un niño que ha sido sobreprotegido y ha crecido como el pequeño tirano de la familia, o bien que ha estado víctima de carencia de atención, abandono, humillación o rechazo. En el primer caso podríamos encontrarnos en un narcisista grandilocuente; en el segundo, a un narcisista vulnerable.
Un niño necesita sentirse amado, pero no ahogado. Esto quiere decir que necesita sentirse seguro y protegido y, a la vez, sentirse libre para explorar el mundo y desarrollar su creatividad. Si no lo invalidamos ni lo humillamos, si somos empáticos y reconocemos sus sentimientos, si permitimos que asuma responsabilidades de forma autónoma, si aceptamos que es diferentes a nosotros y no lo culpamos ni lo chantajeamos emocionalmente a partir de nuestro dramatismo o incontinencia emocional, si no lo sobrecargamos de expectativas… estaremos sembrando semillas que, muy seguro, ayudarán a construir una personalidad sana, con buena autoestima y capaz de considerar a los otros con respeto y empatía.