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La pareja: cosa de tres

Hace muchos años, un buen amigo comentó un día: «la relación de pareja es un compromiso de intereses». Yo me quedé mirándole, sorprendido, pero con el tiempo he comprobado cuánta razón tenía. Este comentario tan poco romántico, contiene una gran dosis de «realidad». A veces, idealizamos la pareja (en el fondo creo que nos idealizamos a nosotros mismos), y consideramos que nuestro amor es un amor «desinteresado». ¡Lo siento, pero me atrevo a decir que pensar eso es una falacia! Probablemente muchos estaréis de acuerdo. Quizás más aun los que hace varios años que convivís con la misma pareja.

Yo también tengo una frase de estas «categóricas»: «el amor es cosa de tres». ¡Caramba -pensaréis-, que dice éste! Pues sí, en el amor siempre hay el YO, el OTRO y los INTERESES compartidos. Si no existe un proyecto e intereses compartidos, el amor no se puede expresar si no es con una gran dosis de sumisión por alguna de las partes: someto mis intereses a los tuyos. El tercer elemento, por tanto, no es un elemento de discordia, sino precisamente lo que nos motiva para seguir compartiendo la vida con otra persona.

Dicen que estar enamorado es algo similar a llevar gafas de color de rosa. Algunos psicólogos lo expresamos con palabras un poco más «técnicas». En lugar de hablar de enamoramiento, hablamos de un trastorno transitorio afectivo y perceptivo por enamoramiento. No, no es una tontería. Está comprobado científicamente que este estado emocional que llamamos «enamoramiento» conlleva un trastorno psicológico que abarca un amplio espectro: digestivo, del sueño, perceptivo, ansioso, atencional, etc. Pero, aunque esto pase, no debemos rechazar este estado como enfermizo. De hecho, a pesar de que a menudo nos altera, la alegría de vivirlo lo compensa. ¿A que sí? Esta alteración de la percepción también está al servicio de la vida, porque ayuda, al principio, a establecer un vínculo más fuerte.

Los estudios demuestran que, el enamoramiento dura, por término medio, 900 días. ¿Y qué queda después? Pues el amor, sencillamente, con sus intereses compartidos y renuncias. O la desavenencia, claro, en función de nuestras expectativas. Es sobre todo cuando los niveles de los neurotransmisores del amor en sangre disminuyen que otra fase, más madura, puede empezar para la pareja; una fase donde somos impelidos a aprender a escucharnos a nosotros mismos y al otro; donde podemos relacionarnos desde el adulto y establecer una relación equilibrada y un proyecto compartido conscientemente, o desde el niño herido o caprichoso y conseguir un desequilibrio en la relación que tarde o temprano pasará factura.

Para mí la diferencia clara entre el enamoramiento y el amor es: el COMPROMISO.

 

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