Psicología sistémica y Coaching

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La mente, un espejo…

A mediados de la década de los 90, un grupo de científicos italianos hicieron un descubrimiento sorprendente: las neuronas espejo. Estas neuronas cerebrales tienen una doble función: por un lado, se activan cuando hacemos una acción (por ejemplo, manipular una herramienta); por otra parte, se activan también cuando vemos que un congénere hace esta misma acción. Su función, por tanto, es la de reflejar la actividad que observamos, a fin de poder repetirla más adelante.

El mecanismo de las neuronas espejo demuestra que somos seres que aprendemos por imitación: lo que vemos en otro ser humano nuestro cerebro lo replica como si lo estuviéramos haciendo nosotros mismos. Por eso, estos grupos de neuronas se las relaciona con las conductas empáticas y sociales. No sólo nos permiten aprender por imitación, sino que nos permiten dar sentido a las expresiones emocionales de las otras personas y entenderlas. Esto explica por qué somos tan influenciables y nos afectan los estados de ánimo y de humor de los demás. Que un bostezo se contagie, también es resultado de la actividad de estas neuronas.

¿Qué implicaciones tiene esto en el ámbito de la educación? Como puedes suponer, muchas. Ya dicen: una imagen vale más que mil palabras. Por eso es importante tener cuidado de qué imágenes ven los niños. Ver violencia genera violencia; ver cooperación genera cooperación.

Podemos explicar a nuestros hijos cómo queremos que hagan las cosas, los podemos aconsejar, sermonear…, pero lo que cuenta más es el ejemplo que ven en nosotros, de manera directa o indirecta. Y cuanto más reiterativa sea la conducta de los padres, mayor será la influencia que ejercerán sobre sus hijos.

Los hijos son/somos mucho más leales a los padres de lo que pensamos. Forma parte del instinto de supervivencia. Por eso los animales aprenden a buscar alimento o procrear: por imitación. Por lo tanto, el ejemplo que damos es esencial. Si los padres no escuchan, los hijos difícilmente lo harán. Si los padres son hiperactivos, los hijos tendrán más probabilidad de ser hiperactivos. Si los padres no saben poner límites, ¿de quién lo aprenderán entonces los hijos? Si los padres no se respetan entre sí, los hijos no aprenderán a respetarlos.

Sobre este último punto, conviene hacer una pequeña reflexión. Cuando existe convivencia parental, que es lo más frecuente durante los primeros años de vida de un niño, el grado de solidaridad, respeto, empatía, escucha, cooperación, paciencia … que los padres demuestran entre sí es esencial para la adquisición de estas habilidades sociales en los hijos. No obstante, después de una separación, la forma en que interactúan los padres continuará siendo igualmente esencial en la formación de la personalidad del hijo común. Los niños son fotógrafos que construyen su carácter, en gran medida, a partir de lo que ven.

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