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El reto de empezar de nuevo

En 2019 se celebraron en Cataluña aproximadamente 27.000 matrimonios, mientras que se registraron unos 17.000 divorcios. Aproximadamente 6 de cada 10 matrimonios terminan en ruptura y la duración media de la unión matrimonial ronda los dieciséis años. Sin embargo, estas estadísticas no tienen en cuenta las uniones de parejas estables de hecho, cuya disolución jurídicamente es mucho más sencilla.

Es evidente que la mayoría de las personas en nuestro país han tenido más de una relación de pareja a lo largo de su vida. La forma en que se transita de una relación que se rompe a una nueva es importante en muchos sentidos, y más si se tienen hijos. Todos aquellos aspectos que no queden resueltos o cerrados de anteriores relaciones influirán en las posteriores, como cargas que se arrastran y restan energía y disponibilidad para la nueva relación.

Todo proceso de ruptura requiere transitar un período de duelo. A menudo, el duelo ya se ha vivido en gran parte durante la convivencia, ya que el distanciamiento y el desafecto preceden a la ruptura definitiva. Tanto si la separación se vive con frustración, como una liberación o como una huida hacia adelante, el duelo debe poderse vivir y cerrar correctamente.

¿Cómo o cuándo podemos decir que una relación se ha cerrado? Mientras exista rencor, tristeza o culpabilidad acusadora no podemos decir que la relación se ha cerrado por completo. Mientras no podamos mirar al pasado con aceptación ni podamos asumir que tanto los momentos satisfactorios como la frustración son una construcción conjunta, arrastraremos una rabia o culpabilidad que nos mantendrán atrapados todavía en la antigua relación: nuestro corazón no habrá sanado y no estará todavía plenamente disponible para una pareja posterior.

Toda relación es una oportunidad de aprendizaje y comporta momentos satisfactorios e insatisfactorios. Aparte de la aceptación de lo ocurrido, incluso en contra del deseo personal de que la relación prosperase, dos aspectos indican que una relación se ha cerrado:

 

  1. Agradecer a la anterior pareja todo lo bueno que nos aportó. El agradecimiento es el mejor antídoto contra la perniciosa culpabilidad.
  2. Haber aprendido de cada reto que la relación nos planteó. El aprendizaje evitará volver a tomar decisiones poco acertadas.

 

 

Por otro lado, no hay que olvidar que, si tenemos hijos, tanto durante el proceso de ruptura de la antigua relación como a la hora de iniciar una nueva, los hijos tienen la prioridad y los adultos deben adaptarse a sus necesidades. Es necesario que siempre los hijos tengan un espacio exclusivo de vivencia y comunicación sin interferencias con cada uno de sus respectivos progenitores, aunque éstos se hayan unido después a una nueva pareja.

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