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El hogar, un espacio de bienestar

Curiosamente uno de los negocios que ha tenido más éxito en este tiempo de pandemia ha sido la venta de muebles. ¡Nos hemos tenido que quedar sin vacaciones para poder invertir un poco más en la casa! Parece que para muchos era algo pendiente y, he aquí, que ahora ha aparecido la oportunidad.

El espacio en el que vivimos es un reflejo de nuestro interior. Cuando decoramos la casa, buscamos vestirla de lo que nos gusta; éste es el camino de ida. Pero también hay un camino de vuelta: lo que hay en el espacio que habitamos entra por nuestros sentidos y alimenta el alma.

Crear un hogar armoniosa llena de vida debería ser un propósito para toda familia en la que colaboraran todos, a partir de acuerdos comunes: los padres y los hijos. A menudo, en un afán de sobreprotección injustificable, no implicamos a nuestros hijos desde pequeños en este propósito y cuando llegan a la adolescencia se nos hace mucho más difícil. Si sentimos amor hacia nuestro espacio de convivencia común y sabemos transmitirlo a nuestros hijos, con paciencia y delicadeza, será más fácil que ellos también colaboren.

En esta tarea educativa es clave la participación cooperativa de ambos padres. Ningún padre/madre puede delegar en el otro este trabajo, porque cuando se ofrecen dos ejemplos contrapuestos, los hijos suelen elegir el que implica menos esfuerzo. Ciertamente, el caos es el producto de la ausencia de esfuerzo. Y como debe haber cierto esfuerzo, es necesario que nos dotemos de una buena dosis de paciencia y de constancia. Como dice el dicho: «sin prisa, pero sin pausa«. Además, como es evidente, los padres deben tener claro y consensuar qué modelo de hogar quieren tener.

Pero el hogar no es sólo un lugar físico, compuesto exclusivamente de cosas materiales, muebles, cortinas, cuadros… Este espacio también tiene un ambiente energético que llenamos con nuestros pensamientos, conductas y palabras.

Cada palabra expresada es una foto invisible que pegamos en nuestras paredes, porque la energía que las acompaña tiene un poder adhesivo increíble; se pega a las paredes de la casa con la misma fuerza que se pega a las paredes del alma.

El aire que respiramos es tan o más importante que la comodidad de las sillas donde nos sentamos para cenar. Si cuidamos los aspectos materiales y los ambientales, conseguiremos un hogar saludable. Los orientales, que tanto cuidado tienen de su casa e incluso tienen una ciencia llamada Feng-Shui, tienen un dicho muy significativo: «Antes de querer cambiar el mundo, da tres vueltas por tu casa».

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