Psicología sistémica y Coaching

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¿Dónde estás, papá?

Estamos viviendo aires de cambio. Necesitamos nuevas paternidades, fruto de nuevas masculinidades, y la familia es el espacio primigenio donde debe producirse en primer lugar este cambio. Necesitamos padres comprometidos, que ejerzan su función con ganas, con conciencia, con compromiso. Sólo así la nueva generación de hombres y mujeres podrá actuar de una manera más responsable, más amable con los demás y con este planeta que nos acoge. Necesitamos un cambio de mentalidad, que incumbe tanto a hombres como a mujeres.

La paternidad nace en el mismo momento que comienza la gestación del hijo. Se requiere que el padre preste especial atención a la madre, tanto durante el embarazo, como el puerperio y la lactancia del bebé; pero también a la criatura que ha sido concebida. Ya desde el embarazo se puede conectar con el hijo y crear vínculos a través del tacto y la voz.

El hijo aprende a ser hombre mirando a su padre. La función del padre contribuye a la construcción del pensamiento autónomo del hijo, porque somos cuerpo y mente. El cuerpo se gesta en el útero de la madre tras la concepción, pero la mente requiere la colaboración de ambos progenitores. También el padre ejerce una influencia decisiva en la vida de las hijas. La hija aprende el modelo de masculinidad que su padre le transmite y a partir de éste construirá su imagen de hombre. El modo como un padre se ha relacionado con su propio padre se extenderá, por pasiva o por activa, a la paternidad futura del hijo, generándose un impulso que se encontrará con los impulsos transgeneracionales de la madre.

No se trata de entrar en competencia con la madre, sino de colaborar, aportando cada uno la función que le corresponde. El padre ha de asumir proactivamente su función. El padre invita a la exploración, a la proyección social, a dejar el nido con determinación y seguridad. El padre ayuda al hijo a encontrar su lugar en la sociedad, por ello tiene una ascendencia grande en las elecciones futuras que el hijo o la hija tomará en su integración laboral. Con papá miró el mundo con una perspectiva diferente a la de mamá. No se trata de moldear a nuestros hijos, sino de acompañarlos y ser testigos de cómo construyen día a día su identidad.

El peligro, como siempre, es la falta de tiempo. Si marchas pronto de casa y regresas cuando tus hijos están ya cenados o incluso durmiendo, o estás siempre pendiente del móvil, ¿dónde estás papá? ¿Qué modelo recibieran tus hijos? 

¡Papá, únete a la gran revolución!

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