Psicología sistémica y Coaching

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El limitado poder de los discursos morales

El otro día tuve una conversación con un sobrino mío que tiene quince años. Me encanta hablar con gente joven porque me ponen al día de las movidas y las tendencias de moda que influyen en los jóvenes. Esto me da información valiosa para tratar en consulta a los padres que sufren conflictos con los hijos. Hacíamos sobremesa y hablábamos de valores y del clima social que se vive en los institutos. Temas candentes son la carencia de motivación, el bullying, la influencia de las redes sociales, la solidaridad… Y hablábamos sobre las acciones educativas y de asesoramiento que los centros educativos llevan a cabo para crear cultura de valores entre la juventud.

Es bien cierto que si miramos los comportamientos de muchos adultos y la información que consumen, se me hace difícil imaginar una juventud mayoritariamente motivada y solidaria, a pesar de que hay muchos jóvenes que tienen una escala de valores muy loable. Pero siempre insisto a los padres diciéndoles que los hijos son el altavoz que expresa de forma multiplicada aquello que viven en el seno de la familia. Porque no somos todavía bastante conscientes de quan leales somos los hijos respecto a los padres y su estilo de vida. Muchas veces la rabia que expresan los hijos, incluso hacia los padres, es consecuencia de la frustración que sienten ante una sociedad que no es capaz de ofrecerles un futuro prometedor o, el que es peor todavía, ante una familia donde no impera el amor, el equilibrio y la comprensión.

Asumir que los padres dejamos una impronta muy importante en los hijos nos hace responsables, no solo de sus desazones y conflictos, sino también de las capacidades que desarrollarán para tener éxito en la vida. El biólogo austríaco, Konrad Lorenz, ya nos hablaba hace décadas del gran poder que tiene en el mundo animal la impronta de los progenitores en las crías.

Pero bien, retomando el tema de la conversación con mi resobrino… me decía que sí, que efectivamente en la escuela y en el instituto los bombardean con discursos paternalistas y morales sobre cómo tendrían que comportarse y como ser más empáticos con los compañeros y solidarios, pero también me comentaba que la mayoría de los jóvenes desconectan fácilmente de estos mensajes, quizás por repetitivos o quizás porque no les interesa. El que más sirve, decía (¡aunque sus padres estaban delante, ja, ja, ja!), es el ejemplo que los padres dan en casa. Esto es el que más “penetra” en la mentalidad de un joven. Y lo decía con unas palabras y un tono que a mí me pareció absolutamente sincero. Quizás sí que hacen falta menos palabras y más ejemplos.

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