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Sexualidad y adolescencia

La sexualidad es para la mayoría de las personas un aspecto esencial, especialmente en las relaciones de pareja. La adolescencia, a partir de los cambios que genera la pubertad, es una etapa marcada por la exploración de la sexualidad, propia y compartida. Sin embargo, considerar que la sexualidad comienza en la adolescencia es un error. Las bases de una sexualidad sana comienzan en el mismo momento de nacer.

La necesidad de socializar es una característica de los seres humanos que nos viene del hecho ser mamíferos. En la adolescencia, esta necesidad adquiere un componente sexual importante, por lo que la mayoría de los jóvenes quieren dar una imagen atractiva de sí mismos.

Más allá de ser instrumento para la procreación de la especie, en los seres humanos la sexualidad tiene dos componentes asociados: el placer y el cariño. En la medida en que estos dos aspectos se puedan vivir de forma asociada y natural, fomentaremos experiencias sexuales saludables. Cuando alguien crece en un entorno familiar en el que no se asocia el contacto físico con la relajación, el placer y el amor, aparecen los problemas sexuales. Por eso es tan necesario para los bebés el contacto físico, a través de caricias y abrazos. Con estos intercambios amorosos y respetuosos ponemos bases sanas para la sexualidad futura de nuestros hijos.

Los padres a menudo se preocupan por las consecuencias de la sexualidad de sus hijos cuando éstos llegan a la adolescencia. Muchos recurren a sermones moralistas y a sembrar miedo, especialmente a las chicas, al colectivo a priori más vulnerable. Si pudieran, estos padres tatuarían en el cerebro de sus hijas la frase “NO es NO”.

Un adolescente necesita información sobre la sexualidad, pero más que reprimirse u esconderse por miedo, lo que necesitará en la vida es una buena autoestima, seguridad y valores que le ayuden a tomar buenas decisiones. La autoestima y la seguridad son consecuencia de un vínculo seguro con sus padres. Es necesario que éstos satisfagan las necesidades básicas del niño, desde el primer día de vida, dedicándoles tiempo, cuidados y valoraciones positivas, pero no exageradas.

Los hijos adolescentes, aunque no lo demuestren abiertamente, siguen necesitando el apoyo de los padres y un entorno familiar de seguridad. Pero esto, lo sabemos, debe construirse antes con buenas prácticas educativas y de crianza. Lo mismo ocurre con la comunicación. Ésta no puede empezar de un día para otro si antes no se ha construido.

Respecto a los valores, el RESPETO, la DIGNIDAD y la RESPONSABILIDAD son claves para no caer en prácticas sexuales de riesgo (físico o psicológico). Con respeto, podemos exigir el mismo trato digno que ofrecemos a los demás. ¿Fomentáis suficientemente estos valores en el seno de la familia?

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