Psicología sistémica y Coaching

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Reconocer para amar

Aquello que no conocemos no podemos amarlo plenamente. Muchas veces creemos amar sin reconocer la naturaleza intrínseca de la otra persona y, en definitiva, sin aceptarla. Esto nos pasa a menudo con los hijos y también con la pareja. Entonces la relación afectiva se vuelve un intento de cambiar al otro, porque pensamos que nuestra manera de hacer, de pensar y sentir es mejor.

Un bebé, cuando llega a este mundo, ya lleva una determinada carga genética y ha recibido y recibirá toda una herencia experiencial -a través de los padres- que viene del sistema familiar al cual pertenece. Un bebé no es un libro en blanco, sino que llega con unas cuántas páginas ya escritas. Y este ser, tan único y excepcional, que tiene una naturaleza intrapsíquica propia, será confrontado con las expectativas de los padres y de la sociedad, que le dirán qué tiene que hacer y cómo tiene que pensar, muchas veces de manera contraria a su propia naturaleza.

La educación es evidentemente necesaria, para aprender a gestionar las propias necesidades y compatibilizarlas con las de los otros, que no siempre coinciden. Pero una educación también puede ser represora, cuando no considera las capacidades innatas del individuo. Querer dar a todos los niños la misma educación y en el mismo momento, sin respetar las cualidades internas propias y el ritmo que cada cual necesita, es a menudo educar para la frustración. Sin duda, en los centros de enseñanza hay una carencia de recursos humanos para poder ofrecer una educación libre y respetuosa, que atienda las necesidades y características propias de cada niño.

Los hijos no han venido a este mundo a cumplir las expectativas de sus padres. Ellos tienen un camino propio que descubrir, transitar y experimentar. Comprender a los hijos y su propia naturaleza, es imprescindible si queremos educarlos con amor y al mismo tiempo respeto. Por ejemplo, a menudo la hiperactividad de los padres acaba convirtiéndose en molesta hiperactividad de los hijos. En estos casos, si estos niños explicaran qué necesitan, quizás pedirían unos padres más tranquilos y próximos.

Un individuo tiene unos rasgos caracterológicos propios e innatos y otros que irá adquiriendo mientras crece, fruto de la educación recibida. Si estos últimos no respetan los primeros, el niño irá acumulando frustración y rabia, que puede generar en carácter sumiso o, por el contrario, muy desafiante para la familia.

Las personas construimos nuestra personalidad según diferentes ejes (hay más de un modelo):

  1. Libertad – Control
  2. Racionalidad – Visceralidad
  3. Iniciativa y liderazgo – Trabajo
  4. Materialidad y posesiones – Experiencias y vínculos
  5. Individual – Grupal
  6. Extraversión – Introversión

Si comprendemos a nuestro hijo según estos ejes, más allá de nuestras expectativas, podremos ofrecerle una educación más singular, potenciadora y respetuosa.

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